GESTIÓN DE DERIVACIONES DENTRO DE LAS REDES DE TRATAMIENTO
Nuestra experiencia
Uno de los aspectos fundamentales que marcan el devenir de todo proceso rehabilitador es el relativo al diseño de Itinerarios de Rehabilitación que darán pie a la consiguiente programación de derivaciones en función de la evolución del caso.
Tras varios años colaborando con dispositivos que trabajan en red, y aprovechando la experiencia que nos brinda nuestro recorrido, nos planteamos algunas reflexiones sobre el adecuado funcionamiento de la gestión de derivaciones. En este sentido destacamos lo siguiente:
- Cada recurso de tratamiento posee una naturaleza asistencial concreta o lo que es lo mismo, una configuración técnica que necesariamente incluye a un grupo de pacientes (población susceptible de beneficiarse del mismo) y excluye al resto de la población diana en ese momento. Únicamente los Centro de Atención Integral (en Madrid CAID o CAD) abordan sin ningún tipo de exclusión todos los casos de drogodependencias (pero dicho extremo no será discutido en este documento).
- De hecho, en este texto nos referimos a recursos de transición (especialmente residenciales) o a aquellos que complementan el tratamiento llevado a cabo en régimen ambulatorio en los Centros de Referencia (hablamos de Pisos de Apoyo al Tratamiento, Pisos de Autogestión, Comunidades Terapéuticas, u otros dispositivos y programas como los servicios de Orientación Laboral o los Cursos de Capacitación Profesional, entre otros).
- En este sentido, toda derivación a un dispositivo de tratamiento o de apoyo al mismo (del nivel o la naturaleza que sea) debería integrarse dentro de un Programa General de tratamiento que nosotros denominamos Itinerario Rehabilitador. Este debe responder adecuadamente al proceso evolutivo del paciente y a sus necesidades de tratamiento.
- Por lo mismo, la solicitud de derivación debe apoyarse en un fundamento técnico y, a su vez, debe concebir el tipo de recurso al que se deriva como el único apropiado en ese momento, lo que, en consecuencia, excluye a otros dispositivos adaptados para el tratamiento de otras fases del proceso rehabilitador del paciente.
Comentamos este punto en la medida en que, en nuestra práctica, hemos podido observar cómo en ocasiones se realizan derivaciones simultáneas a recursos de distinta naturaleza (es decir, a la vez que se deriva a un Piso de Apoyo al Tratamiento, se solicita una plaza en Comunidad Terapéutica o en un Piso de Autogestión).
En ocasiones, la presión asistencial que provoca un caso alcanza tal magnitud (en otras ocasiones el sano interés del técnico le aboca al riesgo de la sobreimplicación) que se intenta dar cobertura a la persona usuaria sea como sea sin considerar la naturaleza del recurso al que se le deriva. Esto, en la mayoría de las ocasiones, se traduce no solo en la no consecución de objetivos terapéuticos, sino en la provocación de efectos iatrogénicos que ponen en grave riesgo de recaída al paciente que, por lo general, realiza un abandono voluntario del recurso y se expone a la vivencia de una situación de fracaso terapéutico (por no añadir que agota un recurso de tratamiento).
5.4.2. La configuración de los recursos
Cada recurso no solo adquiere una tipología, como por ejemplo dos de los que nosotros dirigimos en este momento, y que se denominan “Pisos de Apoyo al Tratamiento y la Reinserción para Personas con Patología Dual”, sino que además, posee unos determinados objetivos y se vincula a una fase específica del proceso rehabilitador. Esto obliga a que usualmente se describa un Perfil del Candidato para optar al dispositivo.
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- Sobre el Perfil de la persona usuaria
Ahora bien, rara vez el Perfil puede acotar suficientemente el colectivo diana que ha de beneficiarse del recurso, más aún si tenemos en cuenta que la diversidad existente dentro del colectivo de personas con Patología Dual obliga a la expresión de perfiles de mínima exigencia que garanticen, no obstante, lo siguiente:
- El adecuado ajuste entre las necesidades de la persona usuaria y el potencial técnico del recurso para satisfacerlas. O lo que es lo mismo, la viabilidad del proceso terapéutico de la persona usuaria que debe completar una nueva etapa en un dispositivo de transición.
- La adecuación del candidato al marco normativo del recurso (en el caso de los recursos residenciales integrados en un entorno social normalizado, este Equipo considera fundamental la capacidad y disposición de la persona usuaria para responder a unos elementos mínimos que permitan desarrollar una adecuada convivencia no solo dentro del dispositivo sino en todo el entorno de la vivienda).
- La conservación del recurso que se comparte con otras personas usuarias, y por cuyo adecuado mantenimiento ha de velar la dirección de cada uno de los dispositivos (a menudo, hay personas usuarias, con o sin patología del carácter, que ponen en riesgo el dispositivo; o bien atentan contra la integridad física o psicológica del grupo de convivencia, o descubren ante el resto del vecindario la naturaleza de la actividad desempeñada en el dispositivo, etc.)
Máximos y mínimos: el encuadre técnico del dispositivo
Ya hemos apuntado arriba que existe un perfil de la persona usuaria para cada dispositivo, lo que necesariamente implica la existencia de candidatos no capacitados en el momento actual para acceder a un determinado recurso, así como la de otras persona usuaria que poseen una capacitación superior a la que podrían obtener completando el proceso de tratamiento del recurso.
Dicha circunstancia resulta más fácil de observar en la gestión de nuestros recursos residenciales: en numerosas ocasiones nos hemos encontrado con candidatos escasamente capacitados para acceder al dispositivo, bien porque no se encontraban estabilizados psicopatológicamente o porque se hallaban en una situación de consumo activo; o simplemente porque su patología aconsejaba la gestión de otros recursos especializados para su tratamiento. En alguna otra ocasión (es justo señalar que rara vez) hemos evaluado a candidatos que ya poseían las capacidades básicas que pueden adquirir en nuestro piso: mostraban un alto grado de autonomía y competencia interpersonal, e incluso, estaban desarrollando una vida autónoma.
El problema surge ante la incapacidad de explicitar en lo concreto, cuál es ese límite máximo y cuál el mínimo para acceder al piso. Normalmente debemos remitirnos a explicar mediante la fórmula del informe de devolución las razones por las que un candidato ha sido desestimado (por no cumplir mínimos o por exceder máximos).
El recurso como dispositivo de tratamiento
Avanzando en el ejemplo concreto del recurso residencial, hemos observado como en numerosas ocasiones el paciente es derivado únicamente ante la ausencia de una alternativa de alojamiento. En estos casos, y a menudo en la misma sesión de evaluación con el candidato hemos detectado dicha circunstancia, lo que ha dado lugar a la desestimación de la solicitud ante el incumplimiento de los demás parámetros básicos para beneficiarse del piso: abstinencia consolidada, conciencia de problema y deseo de cambio o adherencia al tratamiento, entre otros.
Dicho extremo, ha provocado a su vez, intensas discusiones con los técnicos que proponen la derivación, ya que, probablemente por desconocimiento de los Programas desarrollados en el dispositivo, no entienden cómo se desestima una solicitud ante un caso de necesidad de alojamiento.
Y esto último (la necesidad de alojamiento) no lo cuestionamos. Ahora bien, existen dentro de los Servicios Sociales, otras alternativas para personas con necesidad de alojamiento únicamente (es decir, pacientes que no están preparados en el momento de la derivación para someterse o beneficiarse a de nuestro tratamiento).
A veces, la derivación no viene motivada por la necesidad de alojamiento, pero sí por la necesidad de contención inmediata. Aún así, el candidato debe cumplir el perfil de acceso o la estrategia resultará infructuosa.
Nuestra reflexión en este sentido la ilustramos del siguiente modo: sería impensable que ante una carencia formativa específica de una persona, por ejemplo alguien que necesite un Curso de Jardinería para optar a un puesto de trabajo, un Técnico de Formación le enviase a una Academia de Capacitación Profesional, independientemente de la profesión en la que allí cualifiquen (Ofimática o Auxiliar de Clínica, por ejemplo). Más impensable sería aún, que le enviásemos al colegio, por donde ya pasó para cubrir su carencia formativa (excede el límite máximo de la configuración) o le matriculásemos en estudios superiores (no cumple el límite mínimo).
Este ejemplo, que el lector puede juzgar como demasiado obvio, trasladado a nuestra práctica se produce continuamente: la necesidad de alojamiento o de contención es, en demasiadas ocasiones, la principal motivación (cuando no la única) para solicitar plaza en un recurso residencial.
En el ejemplo anterior, ningún observador dudaría en tachar de incompetente al Técnico de Formación que en su empeño por capacitar a su cliente, desorienta y desvirtúa su itinerario formativo.
Pero nosotros no dudamos de la capacitación profesional de nuestros compañeros de la red, muy al contrario, entendemos que tratan de dar cobertura asistencial a todos los casos y muy especialmente a los más complejos. Y quizá ahí reside parte del problema: el desarrollo de profesiones asistenciales (como la del que suscribe) sitúa al técnico ante el riesgo de la sobreimplicación. En otras ocasiones, la escasez de recursos o la inexistencia de otros que aún no se han creado, obliga al profesional a derivar eligiendo el dispositivo más parecido al necesario, o a veces, conmovidos por la impotencia, derivando a donde sea.
Buen ejemplo de esto último, son nuestros recursos residenciales para Personas con Patología Dual. Muy a menudo, ante la desestimación de una solicitud (que siempre es informada por escrito) somos amonestados advirtiendo que nosotros tratamos la Patología Dual y que el paciente sufre precisamente ese problema. Y ciertamente es así, pero eso no implica que tengamos capacidad de hacernos cargo del tratamiento de cualquier paciente con Patología Dual (¡qué más quisiéramos nosotros!). Nos debemos a un recurso, insistimos, con un configuración concreta, y que, aunque es altamente flexible, al final es la que es.
Consecuencias de una derivación inadecuada
En este sentido debemos discriminar entre dos posibilidades:
- El candidato logra ingresar en el recurso
Ocurre a menudo, cuando sobre el paciente se ha realizado una labor de concienciación acerca del beneficio que el dispositivo representa, y consigue responder adecuadamente, porque ha sido entrenado para ello, a las cuestiones de la entrevista de evaluación.
En este caso, el técnico posee una motivación mucho más elevada que el paciente por su recuperación y esto conlleva consecuencias a corto o medio plazo. En nuestra experiencia:
- El paciente abandona voluntariamente el recurso porque no está dispuesto a asumir el coste de su parte del compromiso: no desea recibir acompañamiento terapéutico, no acepta que se controle su dinero, procura eludir la realización de sus responsabilidades, etc.
El Alta Voluntaria, por lo general, se va a producir y él mismo la va a solicitar. El plazo en que lo haga depende de la contrapartida que a nivel de ventajas esté recibiendo a cada momento, así como de la intensidad de la presión terapéutica.
- Durante su estancia, no se va a comprometer con las actividades terapéuticas y va a realizar pequeños esfuerzos que tratará de rentabilizar ganando grados de libertad o espacios para su propio disfrute.
Como no se va a generar ningún vínculo terapéutico, la persona usuaria ocultará la información relevante, lo que, a su vez, comprometerá seriamente la posibilidad de desarrollar avances significativos.
- Aumentará la probabilidad de generar conflictos dentro de la vivienda y la dificultad de los técnicos para resolverlos. Esto, a su vez, mermará notablemente el clima de la convivencia.
- Así mismo, existirá una mayor probabilidad de que el residente ejecute consumos al margen del marco normativo que deteriorarán el mínimo encuadre técnico conseguido. En estos casos, la repetición de los consumos está prácticamente asegurada (no hay deseo claro de separarse de las drogas) y el final de la estancia en el piso concluye traumáticamente con una expulsión.
- Por lo general, una vez fuera del piso, la persona usuaria desarrolla un grave proceso de recaída.
El candidato es desestimado antes (en el pre – informe) o tras la sesión de evaluación
- En estos casos, los técnicos que solicitan la plaza reciben un informe escrito donde se explican los motivos de la desestimación, a pesar de lo cual, suelen eludir la consideración de los argumentos, e insisten en la inminente necesidad de la persona usuaria, lo que da lugar a discusiones técnicas, en el mejor de los casos, o a la generación de suspicacias entre profesionales.
- Este último aspecto nos preocupa especialmente: el lenguaje entre profesionales vinculados a la red debe ser técnico, así como el contenido de sus discusiones. Nunca se puede caer en un juego de descalificaciones personales (especialmente cuando entre los técnicos no nos conocemos personalmente) y mucho menos permitir que se deteriore o anule una vía de derivación que ha de servir para otros muchos pacientes (en este sentido, y a modo de preocupante anécdota, debemos señalar que aquellos centros a los que se les desestima más de un caso –por inadecuación del candidato al perfil- suelen reducir posteriormente el volumen de derivaciones o, simplemente, no derivan más).
La transmisión de información: una propuesta de agilización
Para paliar y resolver la situación anterior, entendemos fundamental que los técnicos de la red conozcan ampliamente los recursos existentes (realizando, incluso, visitas a ellos).
De hecho, la probabilidad de que una derivación se ajuste al perfil aumenta cuando con anterioridad, el dispositivo ha tenido que coordinarse con el Centro que deriva. Es decir, los que más conocen el recurso, saben mejor en que consiste, a que colectivo atiende y que tipo de tratamiento puede ofrecer, derivan mejor.
La colaboración profesional previa entre el Centro que deriva y el recurso que se solicita, diluye además las suspicacias ante una posible desestimación. De hecho, por lo general, es el propio Centro en sus reuniones internas quien desestima a los candidatos inadecuados y se inhibe de derivar.
La importancia de esto es capital: a mayor volumen de derivaciones inadecuadas, mayor colapso en la lista de espera que se rige por orden en la fecha de solicitud. Es decir, por el afán de dar cobertura asistencial a nuestro caso (aunque no se ajuste al perfil), estamos demorando el acceso al recurso de otros pacientes más ajustados.
Y en este aspecto, el mayor perjudicado es el paciente que permanece en espera y que en ocasiones ha regresado al hogar familiar tras su estancia en el recurso previo (paciente que obviamente necesita continuar tratamiento en piso), y que, debido a la demora en la gestión de su solicitud, se expone a una situación de alto riesgo.
En conclusión, señalamos dos parámetros como buenos predictores del éxito de una derivación:
- Información acerca del recurso, y
- Comunicación previa entre profesionales.